«UNA VIDA OCULTA» DEVUELVE A SU AUTOR A LA NARRATIVA CLÁSICA, TAMBIÉN A LA GRANDEZA

2019 UNA VIDA OCULTA (Terrence Malick)

Por: Martín Imer

Uno de los nombres ineludibles a la hora de referirse a realizadores importantes de la actualidad es el de Terrence Malick, cineasta estadounidense cuya obra ha marcado tendencia desde el principio, con una obra mayor (El árbol de la vida) y varias interesantes y valiosas producciones que se han distinguido siempre por la observación hacia la naturaleza, el entorno en donde se mueven los actores, la contraposición entre la paz de los lugares y la violencia de sus personajes. También es una filmografía marcada por la excentricidad, ya que la forma de filmar de Malick suele ser muy libre, la de montar sus films aún más (es larga la lista de actores cuyas participaciones fueron reducidas o directamente eliminadas de los montajes finales de este señor) y sus tiempos entre films solían ser muy largos, aunque en la última década esto cambió radicalmente. No se sabe muy bien el porqué, pero el director que supo esperar 20 años entre Días de gloria y La delgada línea roja presentó desde el 2010 hasta ahora seis películas nuevas, cuando hasta ese momento sólo tenía en su haber cuatro. Y para hacer el asunto aún más inentendible luego de El árbol… el estadounidense se entregó de lleno a una trilogía de productos totalmente experimentales y más libres de lo habitual, con altas dosis de improvisación de parte del autor y sus intérpretes, lo que francamente bajó la vara de calidad que venía manteniendo su cine. No digo que me desagraden del todo esos particulares films, ya que tienen el sello de su director y se deja ver en algún momento inspirado de sus respectivos metrajes, pero sin dudas no era lo mismo que veníamos viendo. Finalmente en 2016 Malick anunció su regreso al cine más clásico y siguiendo una narrativa tradicional, aunque luego de varios años de post producción el film vio la luz en el Festival de Cannes de 2019.

La película nos presenta a Franz Jägerstätter, un granjero que vive junto a su familia en el pequeño pueblo de Radegund en Austria. Es 1939 y estalla la Segunda Guerra Mundial, por lo que el hombre es llamado al ejército aunque simplemente resulta ser un entrenamiento, logrando volver rápidamente a su vida normal. Sin embargo, con el avance del conflicto bélico el protagonista vuelve a ser llamado a filas, para lo cual se le pide que haga un juramento de fidelidad a Hitler. Franz no lo hace ya que sus convicciones le impiden pronunciar esas palabras, y su vida se vuelve un infierno. No sólo él y su familia comienzan a sentir el repudio social (en algún momento le dicen que su negativa es una deshonra para el pueblo) sino que eventualmente es llevado a la cárcel por su desobediencia. Allí sufrirá en carne propia toda la crueldad del Tercer Reich, aferrándose únicamente al amor que siente por su esposa e hijas y también a su fé cristiana, a pesar de que el mundo parece volverse más y más oscuro a su alrededor.

El concepto clave que hay que resaltar en la descripción del film es fe cristiana, y debe decirse de entrada que estamos, de muchas maneras, ante una cinta claramente religiosa. Malick jamás ha ocultado sus creencias y gran parte de su cine es, en medidas casi iguales, una alabanza y un cuestionamiento a Dios. Alabanza en las formas de presentar el mundo y la belleza estilística, mientras que el cuestionamiento siempre se dio en forma de pensamientos, reflexiones de sus muy imperfectos personajes, lo que hacía pensar también en una lucha interna de su autor que parecía reflejarse en su totalidad en el papel del torturado cura interpretado por Javier Bardem en Deberás amar, tal vez la mejor de ese trío experimental reciente. Ese atrevimiento logró que su cine jamás cayera en el panfleto religioso, y si bien por lo que vemos en este film (y en el tema elegido para el próximo) su relación con el Creador parece estar en su mejor momento Malick no deja de tener un perfil cuestionador, aunque ya en este caso no tanto con Dios sino con la Iglesia, esbozando tal vez una culpabilidad (o un llamativo silencio) durante gran parte del régimen nazi. No es, de todas formas, el aspecto que más le interese al realizador, pero vale la pena destacar que Una vida oculta es religiosa aunque se permite tener facetas, no presentar todo en blanco y negro.

Es también una historia que reivindica la moral y las profundas convicciones personales, además de las religiosas. El sufrimiento por el pasa Franz es el precio a pagar por la rebeldía ante el autoritarismo y la barbarie e impacta al espectador por entender que se trató, especialmente en ese momento, de un sacrificio solitario, aparentemente inutil, pero lleno de un imponente significado social y espiritual, que terminó llevando al protagonista a la muerte pero eventualmente también al reconocimiento religioso siendo declarado beato y mártir por la Iglesia Católica en el año 2007. La historia, incluso para alguien que no tiene ningún tipo de conexión con la fe que pueden expresar los personajes, es realmente fuerte e inspiradora, y es contada con el habitual estilo del realizador, resaltando el bellísimo lugar en el que vivía (sin dudas un paraíso, eventualmente invadido por el mal) y optando por una narración que si bien es más convencional también muestra señales de improvisación o libertad en el set, especialmente visible en ciertos cortes entre tomas dentro de la misma escena. Esto debe serle útil a Malick para sacar momentos intensos de sus actores, destacándose la potente labor de Valerie Pachner y el interiorizado sufrimiento por el que pasa August Diehl, expresado a través de su mirada perdida y progresivamente desesperanzada.

Pero existen excesos en el resultado, principalmente en lo referente al metraje. Una vida oculta dura casi tres horas y eso se nota a lo largo de la cinta, ya que tiene un arranque muy potente y atractivo, una primera hora intensa y una parte media en donde las cosas parecen girar un poco sobre sí mismas, o extenderse innecesariamente. No estamos en ningún momento ante un film que aburra, aunque tal vez el director se vio tan impactado con la historia que sencillamente trató de exprimirle todo el jugo, sin tener tan en cuenta el ritmo de la película o el límite de lo que podía contar sin que resultara más de lo mismo. Afortunadamente también se puede afirmar que, aún con los problemas, estamos ante un film inspirado de su realizador, y los últimos cuarenta minutos vuelven al muy bien nivel del comienzo, devolviéndole al conflicto una cierta tensión y reafirmando (tal vez al borde del subrayado) su mensaje de resistencia y creencia hasta las últimas consecuencias.

Como cierre creo que resulta también destacable el manejo de la violencia en la cinta. Tal vez en el primer párrafo esa palabra resulta algo exagerada, pero siempre hay algo de agresividad presente en el cine del director, latente en sus personajes o en algún lugar natural que el hombre no puede dominar. En esta oportunidad la violencia está en todos lados, aunque Malick decide mostrarla de manera implícita, haciendo cortes extremadamente oportunos, exactamente antes de que explote la acción, o poniéndonos a nosotros en el lugar del protagonista a través del uso de la cámara subjetiva, sufriendo la agresión aunque sin poner la imagen fija en la situación, lo que en definitiva termina siendo más eficaz por lo sugerente.

UNA VIDA OCULTA (A hidden life, EE.UU/Reino Unido/Alemania, 2019) Guion y dirección: Terrence Malick. Fotografía. Jörg Widmer. Montaje: Rehman Nizar Ali, Joe Gleason, Sebastian Jones. Música: James Newton Howard. Con August Diehl, Valerie Pachner, Maria Simon, Michael Nyqvist, Bruno Ganz, Matthias Schoenaerts.

la vida en un cine